22 de octubre de 2025
Introducción
Dicen que uno no puede escribir cuando esta molesto. Eso dicen. ¿Pero saben lo interesante de este argumento? Que por lo menos a mi persona, Sr. Joe Don Zinato, eso no me aplica. Cuando estoy molesto es cuando mejor redacto y cuando las ideas fluyen como agua de manantial. Por lo tanto, hoy necesito una buena dosis de rabia para poder hacer esta narración.
El señor José no me está ayudando mucho. Sus pensamientos están en Lala-landia y eso hace mi trabajo más difícil. Eso es bueno, porque es un reto para hacer una narración que sea interesante para ustedes. Y por ahí vamos.
Eso querían, eso tienen.
La espera (que desespera)
Nos quedamos en que Don José tuvo que ir al plan médico para buscar la autorización de un CT Scan. Porque si recuerdan, aunque el plan es parte de la red del hospital, los ejecutivos de la institución, cuyo único propósito es joder a los que les pagan el salario, no pueden hacer un protocolo para facilitarle la vida a los suscriptores en momentos de emergencia. Y es por eso que digo, “Free Luigi, carajo”.
A la mañana siguiente llegó más temprano al hospital para hacerse el estudio. Los técnicos fueron muy amables con él. Salió antes de lo que esperaba, por lo que ese día, se fue directo a su lugar de trabajo. Esta vez, el costo del estacionamiento fue menor, pero como quiera, para estar una hora y fracción, fue excesivo.
Cuando llegó a su lugar de trabajo, varios le hicieron las preguntas reglamentarias. Algunos ya lo habían visto llegar hecho mierda par de días antes, pero como quiera preguntaron. Llega a la oficina, y comenzó a laborar, con muchas limitaciones y con mucho dolor. Pero eso es la vida del pobre. Si no se trabaja, no se come y no se pagan las deudas. Aunque hay un grupo selecto en Puerto Rico que eso es lo que hace. Y no me refiero a los que cogen cupones de alimentos, porque hay una liga de cuponeros de cuello blanco. Volvemos al tema.
Pero ese día, lo mejor de lo mejor fue cuando su jefe llega y lo saluda por cumplir. En ese momento Don José sintió el terror porque el hombre le dio un golpe en el hombro como saludo. No se había dado cuenta de que tenia un cabestrillo y se fue directo al área afectada. Eso no fue lo peor (si se puede llamar de esa forma). Después de saber lo que le pasó, entonces le dice “Ah, pero puedes trabajar. ¿Tú eres derecho? ¿Verdad? Y ahí él respiró profundamente y no dijo nada.
Obviamente, su situación le importaba un carajo. Lo que le importaba era si podía trabajar o no. Eso es lo lindo de la empresa privada. Puedes estar muriendo, pero si aún respiras, tienes la obligación de ir a tu trabajo. Ahora soy yo el que tengo que respirar. Hay gente y hay gente. ¡Ñeta!
Y el día laboral terminó sin ninguna complicación. Ahora lo que le tocaba era esperar a lo que le dijera el médico. Una cosa si era segura; había que operar. Lo que la médico no sabía era la complejidad de la fractura para poder proceder. Hasta ese momento, José pensaba que quien lo iba a intervenir era él. Por eso, lo recomendaron en la clínica donde trabajaba. Ese era el papá de los pollitos. Pero otra fue la historia.
Y si quieres saber lo que sucedió después, te recomiendo que estes pendiente a las próximas publicaciones. Aquí, Joe Don Zinato se despide hasta una próxima ocasión, si es que el divino creador de este blog me lo permite. Cambio y fuera.
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