Episodio CDXXXVI (436) – CRONICA DE UNA CAIDA CABR*NA (PARTE 20)

14 de diciembre de 2025

Introducción

Saludos, comunidad JDZiana.  Ya estamos acercándonos al final.  Pero no se preocupen, el final no esta tan cerca como yo pensaba.  Hay mucha tela de donde cortar en lo que queda de historia.  Así que, continuamos.

A laborar (sí, Pepe)

Pasó miércoles.  Pasó jueves.  Y llegó el viernes.  No había pasado cuatro días de una operación mayor cuando el mamao de José se fue a trabajar.  Como buen macharrán él pensaba que sí podía.  Estar dos días en la casa vegetando lo aburrieron, por lo que iba a darlo todo en el trabajo que, si recuerdan, no les importó un carajo como estuviese y cómo se sintiera.

En esos días de la operación, no recibió ni un “Get Well”, como dicen los gringos.  Pero él sentía la obligación de ir a laborar.  Definición clásica de ser un pendejo mayor.

Llegó a las ocho de la mañana.  Su esposa lo llevó, porque obviamente él no podía.  Cuando llegó, todos sus compañeros de la oficina lo regañaron.  “¿Por qué carajos tú estás aquí?”  “¿Por qué no te quedaste en tu casa descansando?”  Esas, entre otras cosas un poco más gráficas, folclóricas y coloridas.

Allí les contó la experiencia de la operación.  Algunos tuvieron el placer y el honor de ver la herida en su máximo esplendor.  José estaba empepado hasta más no poder para poder funcionar.  Lo hizo por par de horas.  ¿Pero saben qué?  No hubo Acetaminofén, Flexeril, Cataflam, Toradol, ni la madre de los tomates que pudieran calmar el dolor que sentía.  Por lo que decidió irse a mediodía.  Pero eso no fue lo peor.

Pues resulta ser que, el departamento de recursos inhumanos de la compañía no le quería pagar un día de los que había estado fuera en la primera visita a la sala de emergencias porque, según el manual, si se pasaba de dos días, había que llevar certificado.  Y, aunque cierto, eso fueron ganas de joder a lo grande.

¡Carajo!  El hombre estuvo dos semanas con el brazo roto y no te importó un pepino angolo. La autoproclamada “directora de recursos humanos preferida”, no le importó hacer un acomodo razonable mientras Don José estaba jartándose de pastillas para poder funcionar y poder cumplir con sus funciones y a ella no le importó.

Y la susodicha estaba peleando para no pagar un día porque el plan médico que ellos contrataron no pudo autorizar una bandeja que era necesaria para hacer la operación.  O sea, que por culpa de ella y quienes contratan a los proveedores de servicio médico en la oficina causaron que José estuviera en la situación en la que estuvo.  ¡Hay que joderse con la gente pendeja!

Peor aún, y ya saben por donde vamos, estaba pidiendo el certificado para poder pagar la semana de la operación.  ¿En serio?  En lo último que pensó el hombre era en pedir un jodio certificado.  Tenia un dolor brutal.  ¿Cómo carajos ellos pensaban que iban a tener un certificado? 

¿Qué iba a pedir el certificado?  Sí, cuando le saliera de las pelotas.  Y ese cuando le saliera de las pelotas fue el día de la cita con el ortopeda.  Y cuidado.  Ya los muy pendejos la habían cagado con él. Y entonces, el pendejo de José abrió los ojos y tomó la mejor decisión de la historia.

Como sabían que lo estaban jodiendo y sabía que en esa oficina les importaba un carajo el como estaba y como se sentía, pues entonces decidió quedarse toda la semana siguiente en su casa.  ¿Se aburrió?  Sí.  ¿Había que prepararse para un auditoria?  Le importó una mierda lo que la oficina necesitara.

Desde ahí cambió su visión hacia la compañía y se empezó a convencer que había perdido once años de su vida con una partida de mal agradecidos.  Hasta aquí llego porque las próximas expresiones lo podrían perjudicar y ya que me permite utilizar su espacio, pues no quiero hacerle eso.  Aunque sea un pendejo.

Los días siguientes, pasó los días adoloridos.  Tomó suficiente acetaminofén como para terminar siendo autista.  Y el problema de tomar mucho medicamento para el dolor es que los efectos secundarios incluyen, pero no se limitan, a tener un sistema digestivo lento.  Puedes comer cuatro días y no visitas el baño por siete.  Y aunque no comas, aumentas diez libras en una semana.

Pasó una semana completa y llegó el viernes.  El famoso viernes de la cita con el ortopeda.  Ese día que le decían como había salido la operación.  El día que le decían si todo estaba bien o si había que repetirla porque una de las piezas del Lego no encajó como se supone.

Pero eso es material para el próximo episodio.

Porque eso es lo que quieres, eso es lo que vas a tener.

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