Episodio CDXXXVII (437) – CRONICA DE UNA CAIDA CABR*NA (PARTE 21)

22 de diciembre de 2025

El episodio final

Como diría quien lo dijo, “el momento más triste ha llegado”.  Después de veinte partes (o episodios, como lo quieran llamar), ha llegado el final de esta historia.  En veinte episodios he contado lo que pasó en los primeros tres meses después de la caída que le descoñetó la vida a José.

Y como pasa con los episodios finales, pueden extenderse más de lo que se extendieron en los episodios anteriores.  Así que mis estimados amigos, rueguen de que pueda resumir lo más que pueda esta última historia de “Las crónicas de una caída cabrona”.

Ya vimos el proceso de la caída, la “machanería” de parte de nuestro protagonista de no pedir ayuda porque pensaba que era un machucón.  Las visitas a las clínicas y cuando le dieron la noticia de que tenía un Lego por hombro.  El haber trabajado tres semanas con el brazo roto y que en el trabajo la alta gerencia ni recursos humanos se preocupara por preguntar cómo se sentía y si necesitaba algún acomodo.

La osadía con el plan médico cuando no le aprobó el procedimiento la primera vez que fue a la sala de emergencias para la operación.  ¡Free Luigi, coño!  El tener que volver a hacer el mismo procedimiento una semana después.  Para por fin, después de tres semanas, entrar al quirófano para que montaran por piezas ese hombro que, gracias a un muro, se hizo pedazos.

Entonces recuerdan su aburrida recuperación.  Tan aburrida que, nuestro amigo que fue tan morón, se fue a trabajar.  ¿Se fue a trabajar para?  Para que se le abrieran los ojos y se diera cuenta que, mientras él sentía que tenía la responsabilidad con la compañía, la compañía le demostrara que, sólo le interesaba que fuera a laborar para sacar trabajo y beneficiarlos.

Después de todo, “eres derecho, la lesión fue en el brazo izquierdo.  Puedes trabajar”.  Esa fue la frase lapidaria y que cortó el pequeño hilo de lealtad que le quedaba.  Y como olvidar cuando le intentaron no pagar los días que estuvo en el hospital.  La lealtad se gana y con esos actos, nuestro amigo tuvo todo el derecho de revocarla.

Y entonces llegamos a lo que narramos en el episodio anterior.  Don José, ya casi adicto a las pastillas para el dolor.  Ya casi autista por el acetaminofén que se había tomado en esas pasadas cinco semanas. Ya casi hecho un inútil, fue a su cita con el ortopeda para su primera observación post operatoria.

Ese día él quería ir solo.  El podía hacerlo, pero no.  Su querida esposa se fue con él para acompañarlo.  ¡Que bonito!  Pero vamos a ser claros, era mejor que ella fuera porque con todos los jodios medicamentos que tenía en el sistema, le podía dar un mareo, se daba un golpe y terminaba a varios pasos de las clínicas externas de Centro Médico.  O sea, en la morgue.

Al llegar pues tomaron un número, como en la vez anterior, pero se fueron al área de radiología que estaba en otro edificio, porque en donde iban, estaban en remodelación.  Antes, se aseguraron que el guardia los reconociera en caso de que, si los llamaban antes de que volvieran, hubiese una ayuda divina.

Entonces llegaron a radiología.  Allí pues pidieron la misma información que habían solicitado mil veces del plan médico y la identificación.  Entonces, le cobraron el deducible y lo enviaron al cuarto radiactivo.  Y si saben, cuando son radiologías de fracturas intensas, las posiciones en las que ponen al paciente son dolorosas.  ¡Claro!  Como no es a ellos los que le duele, pues hacen sufrir al paciente con cojones.

Salieron entonces de nuevo para las clínicas.  Adolorido y con hambre, porque no había desayunado.  Ahí su esposa se fue al merendero del hospital y le compró un “bowl” de proteínas de una cadena de comidas rápidas que lo anuncian como lo máximo, pero es una senda porquería.  Le sirvieron poco y le cobraron mucho.  Nunca más, hasta el momento que escribo estas líneas, el hombre ha pedido eso para desayunar ni por accidente.  El no lo recomienda y ahora entro yo, Joe Don Zinato, tampoco lo recomiendo.

Pero volvemos a lo que nos incumbe.

Centro Médico tiene un sistema maravilloso.  Aunque tu récord este en el sistema, siempre que vayas te van a pedir la misma información.  Es como si se les perdiera.  Pues por enésima vez, le pidieron la información personal, del plan médico, de lo que había ocurrido, si era la primera vez, y que tamaño de zapato era.  ¡Carajo!  Llevaban cinco semanas pidiéndole la misma información.  Ya estaba por el techo.

Pasaron par de horas y por fin lo llamaron para atenderlo.  Su esposa y él entraron a una oficina / cubículo donde había un escritorio, una computadora y una camilla.  Esperaron par de minutos hasta que un médico, de los que no se había decidido en que especializarse, apareció.  Se presentó y, de nuevo, empezó a hacer el mismo interrogatorio que ya habían hecho ochocientas veces con relación al incidente que tuvo como consecuencia que el hombro se rompiera.

Y llegó el momento más traumático de todo el proceso.  Olvídate de haber visto la placa del hombro roto.  Ver la radiografía en el monitor de la computadora con el hombro reconstruido, con una placa como de diez pulgadas y cerca de diez tonillos, fue una impresión espectacular para Don José.

¡Carajo!  Eso parecía el hombro de Robocop.  Tenia tornillos que le cruzaban el hueso del brazo de lado a lado y uno, que sobresalía en la parte superior del brazo.  Había que admitir, que el doctor había hecho un trabajo espectacular.  De como estaba a como quedó fue una mejoría bárbara.  Pero como quiera, la impresión fue tanta que a Don José se le olvidó tomarle una foto al monitor para guardarla de recuerdo.

Cuando el doctor llegó, con la misma seriedad de siempre, vio las placas y se sintió satisfecho del trabajo que había realizado.  Les explico que, debido a la edad de José, tuvo que tomar una decisión y la mejor opción era la reconstrucción que hizo, porque de haber usado prótesis, el tejido del brazo podía morir y dejar el brazo inútil.

Cabe destacar que, el ortopeda llegó con un regimiento de como siete médicos más.  Lo que quiere decir es que el caso era interesante y podía ser una referencia para casos futuros y también, para que los que estaban allí, se decidieran por la ortopedia o salieran corriendo a otro campo.

Ahora viene lo gracioso.  Su esposa, que llevaba las dos semanas previas viendo la herida, le indicó al doctor que uno de los puntos estaba supurando.  Cuando el doctor vio la cicatriz indicó que todo estaba perfectamente bien, que eso era normal.

Y me late que él no quería discutir mucho, porque cuando ella le preguntó si estaba seguro, él le mandó a remover los puntos de la operación, mandó a limpiar la herida y a poner puntos nuevos.  Eso provocó que los puntos se tardaran en removerse dos semanas adicionales.

¿Recuerdan el fuckin’ certificado médico que le pidió “tu directora de recursos humanos favorita”?  Pues ahora si tenía cerebro para pedirlo.  Ya el dolor estaba en un nivel mucho más bajo y aunque, no estaba 100% funcional, pues tenía varias neuronas que le recordaron pedir el documento.  Eso sí, sólo por joder, el médico que lo redactó, le puso la fecha del día del accidente y para volver la semana después de la cita.

Eso quiere decir que, por regla, podía tomar cinco semanas por enfermedad.  Pero ellos querían ese documento, pues ese documento es el que tuvieron.

Después de la limpieza y reemplazo de los puntos, pues recogieron la cita para la próxima observación.  El pensaba que iba a ser en un mes o algo así, pero no.  Se la dieron para tres meses después.  Eso le daba tiempo a la herida de ir cicatrizando, al hombro de desarrollar callos.  Don José pensó que el doctor tenia mucha confianza en su trabajo para dar una cita en un periodo de tiempo tan distante.

Salieron por fin.  Media hora después por haber pedido el reemplazo de los puntos.  Fueron al área de récords médicos para solicitar copia de todos los documentos que se habían llenado desde la primera visita a las clínicas externas para propósitos no determinados.  Y aunque le dijeron que le iban a enviar una factura, parece que en Centro Médico tienen mucho trabajo, porque él me informó que la factura le llegó casi cuatro meses después de la solicitud original.  ¡Eso es hacer patria carajo!

Después de la cita, comenzó a tomar las terapias para reestablecer el movimiento del brazo.  El dichoso plan médico le aprobó diez sesiones.  Esas diez sesiones las comenzó inmediatamente salió de la cita post operatoria y las terminó diez días después de la cita que le habían dado tres meses antes.  Ambos médicos, aunque no lo dieron de alta, lo mantienen en observación preventiva en caso de que ocurra algo inusual.  Al menos eso es bueno.

Al final, nuestro amigo, aunque recuperando, quedó destruido.  Quedó con un hombro hecho pedazos.  Quedó con su confianza por el suelo.  Quedó con su autoestima por el piso.  Su aspecto emocional es una mierda.  Por alguna razón, su situación económica es un desastre, aunque continúa laborando en el mismo lugar.

Y aunque esta recuperando bien, hay algo que le falta.  Ahora su trabajo es encontrar qué es y atacarlo.  Antes de que sea peor para él.

Así termina esta historia.  Le agradezco al señor José dejarme contársela a todos ustedes.  Ahora continúen con sus vidas y sean felices.

Eso querían, eso tienen.

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