EPISODIO CCCLX (360) – Crónica de una noche en el hospital (Parte I)

Saludos de nuevo…

Ya sé que no escribía desde octubre. “Mea culpa”. Pero si ven lo que escribi en esos momentos, no me sentía nada esperanzado de ver un cambio en esta bendita isla, y no lo hubo. El 33% de los electores eligieron al gobernador del partido que jodio y se burló de la población entera en los pasados cuatro años. Por eso estamos como estamos y tenemos lo que merecemos. Y aunque el 33% buscó otras alternativas, esas otras alternativas estaban tan diluidas, que provocaron el desenlace final. Vuelvo y digo, tenemos lo que merecemos.

Eso querían, eso tienen.

Pero hoy no quiero hablar de eso. El día ha sido y seguirá siendo tan entretenido, que tengo que documentar lo que esta pasando para la posteridad. Este año ha sido una mierda. Estoy seguro de que si no morimos, tenemos que aprender algo de él, aunque hay gente, como el 33% que votó por Pierluisi y otras malas yerbas. Sin embargo, hay que aprender y hay que moverse. Y ahora empiezo con la primera parte de la historia de hoy.

Pues este amigo muy cercano, es más, se puede decir que somos tan afines que vivimos bajo la misma piel, se levantó temprano, con un sueño brutal, para salir a trabajar. Despues de todo, no tiene palas políticas para tener un “puestazo”. Como a eso de media mañana, sintió un dolor, para él conocido. Lo sintió hace más de veinte años y el resultado fue que tenia piedra en los riñones. Ese dolor, dicen, que es comparado con los dolores de parto. El caso es que, aunque hubo en algún momento un “trailer” de que podía volver a pasar en los pasados meses, no pasó a mayores. La diferencia de hoy fue que además del dolor, hubo otros síntomas que lo asustaron.

Entonces, salió corriendo para sala de emergencia. Sí, esas salas que están repletas de gente con COVID. Dejó su carro que tiene un pequeño fallo en el estacionamiento para que lo atendieran. A esta hora que estoy escribiendo, el pobre diablo debe tener el carro sin batería en el parking de la sala de emergencia.

Lo primero que le hicieron fue el interrogatorio usual. Le preguntaron de todo, y cuando digo de todo, es de todo. Después, vinieron los análisis, las placas, los sonogramas, para confirmar lo que temía. El problema fue que la cosa empeoró, algo que dado su “suerte”, no es algo raro.

Para estar seguro de que todo estaba bien dentrode las circunstancias, el médico de sala de emergencia lo trasladó a otra facilidad para hacerle más estudios. Ahí empezó una nueva aventura, el traslado fue en ambulancia. No sin antes esperar dos horas por ella. El amigo llevaba más de treinta años sin montarse en una de ellas. ¿La última vez? El 31 de diciembre de 1986, el día del incendio del Dupont Plaza en San Juan de Puerto Rico. Para los que no recuerdan, lo pueden buscar y leer la desgracia que pasó ese día. Todo por un conflicto laboral.

Volvemos. El trayecto fue tranquilo. No tocaron la sirena. No tenían que hacerlo, pero como los chóferes de ambulancia son locos fastidiando con la sirena, pues le estuvo raro. Después de todo, mi amigo no se estaba muriendo (que sepamos), así que podían ir des-pa-ci-to.

Cuando llegaron a la otra facilidad, le volvieron a hacer las mismas preguntas hostigadoras. Entonces lo pasaron a la sala de observación, donde la temperatura era agradable. No se sabe si es que los efectos del dolor le aumentaron la temperatura corporal o es que no estaba frío congelante.

Después de firmar muchos, pero muchísimos documentos, pues le dio hambre. Algo lógico porque llevaba sin comer desde las ocho de la mañana. Entonces, como estaba sólo, por decisión propia, pues buscó alternativas. Uber Eats, fue la más accesible. Taco Maker el beneficiado. Aunque el precio aumentó por casi un 50%, dado la situación, pues él lo pagó con gusto. Se “jarto” como lechoncito y con eso, se supone, pasara la noche.

Otra de las cosas interesantes fue la cantidad de agujas que invadieron su atlético cuerpo. Dos para laboratorio, dos para suero y una para un medicamento en las posaderas. Con el dolor que sentía, no sintió ni una aguja. Eso debe ser porque de chiquito era el niño símbolo de la penicilina y tres a cuatro veces al año lo inyectaban. Ahora parece una coladera de tanto roto que tiene en la piel. Pero después de comer, lo sedaron para que pudiera descansar. Y en eso esta en estos momentos. Después, me contará lo que le vaya ocurriendo. ¡Arriba campeón!

No querías que eso pasara, pero eso y tienes.

Recuerda, puedes acceder a este escrito por Facebook en la página Eso querias, eso tienes. Pronto, cositas nuevas que les pueden interesar. Continuaremos.

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