Episodio CCCLXX (372) – Verdades que son verdad

15 de febrero de 2022

Introducción

¡Feliz día de San Valentín!  O día de los enamorados, o día del amor y la amistad, como quieran decirlo.  Para mí, es un día normal, común y corriente que ha sido comercializado y romantizado para que algunos comercios puedan vender productos que nadie necesita, o son perecederos o pueden causar problemas serios de salud como diabetes, perdida de dientes o pie de atleta.  Se me olvidaba, la ocupación de los moteles y la venta de Viagra y la Pepa Negra.

Para los que se han preocupado por mí, que en realidad no son muchos, pues después del COVID, las vacunas, el desmadre que tiene Pierluisi, y lo pendejo que se ha comportado el pueblo en ciertas situaciones, pues creo que es hora de volver a publicar al menos tres veces en semana.  Me hace falta para lograr esa paz mental que no tengo y quizás para volver a darles a ustedes par de minutos de esparcimiento.

Aunque vamos a ser francos, con las cosas que pasan en este país, si uno no se frustra, tiene una capacidad mental de procesar los desastres de una manera espectacular.  Por que señores, muchas veces se les dijo, no sólo por mí, sino que, por muchos otros que, si no cambiaban la forma de votar, nos íbamos a quedar en lo mismo y lo que venia era peor a lo que teníamos.  Dicho y hecho.  Ahora tenemos un país a la venta y sin beneficios.

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Pero eso querían, eso tienen.

Calentando motores

Para el escrito de hoy no voy a hablar de lo que pasa en esta bendita isla, aunque prometo que para el próximo episodio lo voy a hacer porque esto del bono especial de $1,000 mensuales para los maestros por dos años esta del carajo.  Todavía hay gente que se cree que con fondos no recurrentes se pagan obligaciones recurrentes en un país en quiebra y que no ha aprendido a administrar ni a definir sus prioridades.  Inhala paz, exhala ansiedad.

Sin embargo, me voy a dedicar a sacarme par de cosas del sistema, porque como dicen por ahí, “con eso adentro, no se puede vivir”.  Así que, voy a analizar o, mejor dicho, exteriorizar, varias premisas que vemos en nuestro diario vivir y que pueden ayudar a varias personas, incluyéndome obviamente, a canalizar las malas vibras y vivir con menos estrés.  Comenzamos.

  1. El amor apesta

Es interesante empezar la línea de pensamiento con esta frase en el día de San Valentín.  El asunto es, mis estimados saltamontes, que muchas veces el ser humano se ilusiona o se le llena el estomago de maripositas, o como le quieran llamar, y el resultado no es el esperado.  Tengo un amigo, muy cercano, que siempre en estos días estaba sólo.  Es más, en la escuela hacían fiestas, y siempre estaba apartado.  Diríamos que era el mejor miembro del “friend zone” en la historia.  Como suele pasar, era el individuo buenazo, estúpido y pendejo la mayoría de las veces, y que tenia varias amigas, pero hasta ahí.  La razón era, y aún lo es, bien sencilla.  Era muy bueno para ser novio de alguien.  Tuvo varios rechazos, no de su grupo que ya le había puesto la etiqueta, pero sí de otras muchachas.

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Lo triste del caso es que, la manera de pensar femenina no ha cambiado en lo absoluto y siguen escogiendo al bonitillo, al que tira drogas, al reguetonero, al que no tiene una neurona en el cerebro, para después quedar preñada o ser maltratada o en el peor de los casos, que las maten.  Nadie se merece que eso les pase, pero en cierta manera, se les advierte y no hacen caso.

En el caso del pendejo, pues en un momento de iluminación, logro casarse y tiene hijos.  Lo que quiere decir que, aunque tú, que estas allá afuera triste, solo, desconsolado, comiendo pop corn mientras ves Netflix o en una barra bebiendo de las verdes y comiendo alitas mientras ves las pantallas de ESPN, puedes lograrlo.  Si ese pendejo pudo, tu lo puedes hacer también.  Y recuerda que, aunque San Valentín es una vez al año, tienes hasta que te mueras para que te hagan cosquillitas.

  • Da confianza y pierde beneficios

En realidad, la frase es “la confianza apesta”, pero como ya dije la palabra “apesta” en la sección anterior, pues no la voy a repetir.  También se oye mejor.  Esa frase no es mía, pero es de alguien que estimo mucho, aunque hace tiempo no sé de su existencia.  Y esto es bien sencillo.  Cuando se está comenzando una relación, no necesariamente de pareja, porque considero que le aplica más a las relaciones personales o profesionales, pues hay ciertos limites que son autoimpuestos entre las partes a lo que se conocen.  El asunto es que, cuando ya se van tomando confianza, esos límites se van flexibilizando.

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No estoy diciendo que haya faltas de respeto, si no que la forma de comunicación cambia y el comportamiento de las partes en una situación al principio de la relación cliente-proveedor, por ejemplo, no es el mismo que si ocurre par de años después.  Repito, eso no es nada malo, ya que puede fortalecer esa relación en los periodos venideros.  Aunque siempre hay que tener cuidado de no meter la pata hasta donde dice “Made in Japan”.

  • Todo el mundo miente

En las pasadas semanas, mientras pasaba por un periodo de introspección, depresión, vacunación y todo lo que termine con ion, pues estuve viendo las ocho temporadas de la serie de “House”.  Ya sé, es una perdida de tiempo ver esa novela, pero en su momento fue una de mis series preferidas, junto con NCIS.  La premisa desde el primer capitulo es que todo el mundo miente.  ¿Por qué?  Pues porque en su caso, no quieren admitir que metieron la pata y por eso cayeron en el hospital.  El problema es que, en la serie, si no dices la verdad te puedes joder y te lleva Pateco.

En la vida real, todo el mundo, en algún momento, miente.  Nadie es transparente.  Perdón, con excepción de los políticos de todo el mundo, que siempre les dicen la verdad a sus constituyentes.  Esos son santos patrones, castos y ángeles en la tierra que tienen el propósito de hacer que la vida de la humanidad sea mejor.  Si, claro.

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Saliendo de las tres líneas de sarcasmo, la pregunta es ¿Por qué lo hacemos?  ¿Autoprotección?  ¿Buscar una salida alterna antes de que lleguen las consecuencias de la mentira?  ¿Retrasar el resultado de los actos cometidos?  ¿O simplemente tenemos una necesidad patológica de hacerlo?  Quizás me puedan ayudar a resolver este dilema.  Y ahora no me digan que nunca han dicho una mentirita, porque señores y señoras, no les voy a creer.  ¿Y saben por qué no les voy a creer?  Porque todo el mundo miente.

  • Todo el mundo muere

Y termino este episodio con un hecho irrefutable, todo el mundo muere.  Te puedes morir cuando estas en un avión y se estrella.  Te puedes morir cuando estas en tu casa y te cae un avión encima.  Te puedes morir cuando estas cenando una rica y suculenta langosta, pero no sabias que eras alérgico y no tienes un Epipen cerca, porque estas en Culebra de vacaciones disfrutando con tu familia y no hay ni un botiquín de primeros auxilios.

Dijo Juan Antonio Corretjer “sabe el hombre donde nace y no donde va a morir”.  Eso fue hace muchas lunas atrás.  Los grandes “coaches de vida” que están de moda últimamente, dicen que hay que vivir la vida al máximo, porque cada día es una vida por vivir (algo así).  Eso suena espectacular.  Es más, debo dejar el escrito hasta aquí porque terminaría con un toque de optimismo.  Pero no.  Lo voy a dañar con otra verdad.

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Cuando mueres, aunque hayas sido un hijo de p**a, eras el ser de luz mas brillante del universo.  Eras buenísimo.  Nadie habla mal de ti porque no había nada malo de hablar de ti.  Todo el mundo te quería.  Todo el mundo llora tu partida porque eras muy importante para todos los que te rodeaban.  Especialmente eras el mejor empleado de tu compañía, algo que no va a impedir que te sustituyan antes de que te pudras.

Por el contrario, tuviste un accidente o te dio un ataque, casi te mueres, pero no te mueres, sigues siendo el mismo hp de siempre, nadie te va a visitar, a menos que tengan un cargo de conciencia, o sea tu madre, que esa siempre va a estar por mas malo que seas.  Van a seguir diciendo todas las barbaridades habidas y por haber.  Nada va a cambiar porque no moriste.

Y termino con una cita del Dr. Gregory House; “El morir lo cambia todo, el casi morir no cambia nada”.

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